Por Rafael Lulet
Las libertades así como la democracia son un sustento de toda nación, su base es el Estado de derecho, que permite a cualquier presidente gobernar con una mano sosteniendo la constitución y con la otra dirigiendo, romper ese esquema orilla al país al despotismo, a la tiranía, volcándolo a un sistema absolutista, esto no es sano para la vida política y social de un pueblo, los soberanos en algún momento se verán sometidos al yugo de un dictador, ¿cuántos de estos personajes encontramos en la historia de la humanidad ocasionando sufrimiento a sus gentes?.
Lo ocurrido con la reforma al artículo 12 de la Ley orgánica del Poder Judicial, ha ocasionado un mal precedente para la vida democrática de nuestro país, el Senado actuando bajo las instrucciones de un mandatario con hambre de poder y con poca visión para gobernar, colocando en una disyuntiva al Estado de derecho, porque la constitución en su artículo 97 párrafo cuarto, establece 4 años al electo presidente de la Suprema Corte de Justicia, pero ahora, con la modificación de esta norma secundaria a nuestra carta magna lo vuelve de 6 años.
En sentido doctrinal y recurriendo al científico jurídico Hans Kelsel, sobre la jerarquía normativa, la constitución se encuentra por encima de cualquier documento jurídico por tal, en el caso referido, nuestra carta magna es imperante sobre la Ley orgánica modificada y deberá cumplirse la que se encuentra en primer orden, esto, para salvaguardar el Estado de derecho, al encontrarse en oposición, el recurso para restablecerlo es el amparo, pero ¿quién lo deberá de resolver al no encontrarse un dispositivo de resguardo contra dichos supuestos?, será en ese sentido la Suprema Corte de Justicia, pero si el ministro presidente se encuentra incluido con quienes lo deberán de resolver, entonces nos encontramos ante un conflicto de intereses, no previsto en nuestro orden legal.
Es claro que la antinomia aprobada por el Senado, se convierte en una laguna jurídica también, solo un caso tenemos parecido a esta reforma: la denominada “Ley Bonilla”, un intento de ampliar 2 años más a un cargo de elección, y al final resuelto en donde se debe de solucionar los casos de inconstitucionalidad, ¿ya se imaginan dónde no?, claro, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación; como se puede observar el gobierno morenista a intentado por una u otra alterar el Estado de derecho a su beneficio, con movimientos tramposos para ver si salen, pero en esta ocasión es más complicado, se ve obviamente la mano sucia de una ex ministra como Olga Cordero o la alevosía de Arturo Saldívar, no olvidemos el audio de la titular de la Secretaría de Gobernación dándole consejos al actual gobernador de Baja California.
Lo que empezó como un berrinche de un obtuso presidente ante la presentación de la protección constitucional contra una reforma a la Ley de la Industria Eléctrica de diversas empresas quienes se vieron afectadas, se transformó en un intento de modificar a la Ley de Amparo, para poner un límite para solicitar este recurso, hasta la modificación del Senado al ampliar al ministro presidente por 2 años más en su mandato; con ese juego mezquino intenta Obrador imponer su voluntad doblegando a la Suprema Corte de Justicia a su antojo, invadiendo otras esferas de poderes, concretando con eso el sometimiento y la destrucción de las instituciones.
Es curioso, el pueblo busca la forma de liberarse del yugo de sus opresores, generando una lucha social buscando esa anhelada libertad, una palabra tan retomada en toda la historia de la humanidad, y una vez logrado, desaparece esa concordia, dejando de nuevo su voluntad en una persona, con ello entregándoles su libertad, cayendo otra vez al mismo lugar de origen, así lo describiría atinadamente Erich Fromm: “ese miedo de ser libre”, y en esta ocasión, México se encuentra en ese supuesto, han dejado esa independencia o liberación en manos de Obrador quien con tintes dictatorial, quiere imponer sus intereses por encima del bien común sin importar las consecuencias; penosamente, vemos cómo será complicado sacar a un neopopulista del poder, ya lo presenciamos con Donald Trump, ahora nos tocará con el señor López