Por Rafael Lulet
Un gobierno democrático tiene como fundamento, la igualdad de derechos ante la Ley, guiados por las normas derivadas de una constitución, la gente decide cómo quiere ser conducida dentro de un marco de garantías fundamentales, la independencia de poderes es parte esencial porque no puede haber democracia sin potestades públicas, esto conlleva a que ninguna autoridad se imponga sobre los demás, sin disponer del Estado a su antojo tal como ocurre en las autocracias, el respeto a los derechos humanos universales es parte de este modelo, y por último la libertad de expresión es un complemento muy importante.
El populismo por otro lado, utiliza la frustración y el desencanto para ir ganando terreno, manipulando a los ciudadanos principalmente a los más pobres, sin embargo el analfabetismo político predomina en toda América latina, volviéndose con ello en un caldo de cultivo, el Neopopulismo usa esas carencias inclusive utiliza la polarización y el odio para manejar a las masas, prometiendo resolver todos los problemas de inmediato sin lograr concretarlo una vez en el poder, dando esperanzas y alientos a las mayorías, con propuestas muy alejadas de la realidad; el absolutismo así como el narcisismo de agregan a la lista, donde estos personajes disfrazados de líderes sociales una vez en el gobierno intentarán a toda costa de destruir las instituciones para tomar el control totalitario inventando justificaciones para seguir con ese arte de engañar.
El populismo, el fascismo y el nacional socialismo, tienen muchos aspectos parecidos, como son el imponer un régimen totalitario, el control de los medios de comunicación, concentración en un líder supremo omnipotente, rechazo de un sistema democrático, persecución así como represión de sus opositores, ampararse de las fuerzas armadas y por último permear su ideología por cualquier conducto, la historia nos habla de muchos ejemplos con finales perjudiciales tanto para los países donde se presentaron como para el mundo.
Los contrapesos en cualquier Estado son parte esencial para su subsistencia, el equilibrio y la división de los poderes vienen siendo la piedra angular de cualquier sistema democrático, por ende al borrar estos límites es destruirlo, desaparecerlo, siendo la lucha constante por mantenerlo vigente; la anarquía y el despotismo es una constante lucha por mantener esa armonía, pero siempre es corrompida por la ambición de un falso caudillo o un tirano que intentarán hacerlo, lográndolo en algunos países, desencadenando guerras y perjuicios, con finales de hambres y pobrezas.
Los intentos de imponer sus caprichos de un presidente como el de México, demuestra colocarse dentro de esos líderes que vieron pasar la historia en el mundo, con regímenes autoritarios, simulando una libertad para unas cosas pero contrarias cuando se le critica, sin querer aceptar errores y señalando a sus detractores sin pruebas en la mano, con el fin de descalificar para tratar de desvirtuar los hechos a través de mentiras o dichos sin sustentos.
Es el caso de los amparos en contra de una reforma energética, donde el mandatario mexicano dejó entredicho la actuación de un juez, desacreditándolo no solo a él sino a todo el poder judicial, y con la presentación de una modificación a la Ley de amparo en la Cámara de Diputados, usando el poder legislativo a sus intereses para asegurarse de ganar pese a pasar con ello por encima de los derechos de cualquier ciudadano, demuestra exactamente como no se debe de gobernar, recalcando la autocracia que se vive en el país.
La destrucción de las instituciones han sido parte de este presidente, en el caso del poder judicial existen órganos como la judicatura para regular las malas praxis de los operadores de justicia, sin embargo, el querer imponer su decisión a toda costa refleja su despotismo, invadiendo facultades los cuales no le corresponde, corrompiendo con ello el Estado de Derecho de un país, sin importar las formas, cayendo en una autocracia y justificándose para hacerlo, utilizando un discurso muy desgastado de desacreditar a quienes lo contradigan ya no solo a sus enemigos sino a todos que piensen diferentes a él.
“En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil. Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo”: Charles Montesquieu.