Valle de Bravo es una oportunidad para disfrutar las atracciones de los grandes clubes de playa sin tener que salir del centro del país, pues se ubica en el norte del Estado de México a poco más de 150 kilómetros de la capital del país. Fundado en 1550 por frailes franciscanos en lo alto de las montañas, su belleza colonial se ha visto coronada con el portentoso lago, que en conjunto brinda una gran armonía a la vista y al espíritu.
La vida entera de Valle de Bravo fluye alrededor del lago, donde navegan los mejores veleristas del país y miles de personas acuden en busca de esparcimiento, diversión, descanso y sanación. Representa también una oportunidad para darse una vuelta por un sitio de fama internacional: la comunidad de Avándaro, que en los años sesenta fue sede del Circuito Automovilístico y en los setenta del Festival de Rock y Ruedas.
Valle de Bravo es un pueblo mágico con lugares emblemáticos
La Plaza de los Tres Árboles, en el centro del poblado, ha sufrido varias modificaciones a través del tiempo y en la actualidad tiene un bello kiosco en su centro y está rodeada por frondosos árboles que brindan una agradable sombra, ideal para sentarse a charlar en sus bancas mientras se admira la fachada de la iglesia y los portales que albergan restaurantes, cafeterías, antojerías y artesanías, y se saborea una nieve o unos deliciosos esquites preparados al estilo Valle de Bravo.
Pasear por el centro resulta muy gratificante, pues las calles empedradas pobladas por casitas de fachada roja albergan todo tipo de establecimientos, desde elegantes restaurantes y tiendas de artesanías hasta museos y galerías de arte, como la Casa Gironella, propiedad legada por este artista plástico de la Ruptura para exhibir su obra en el que fue su hogar por muchos años. Su trabajo consiste en collages elaborados con latas y corcholatas, e inspirados en personajes de la cultura popular como Zapata o Madonna.
La Parroquia de San Francisco de Asís, a un costado del Zócalo, es el templo más alto del estado, con sus campanarios que se levantan a más de doce metros. Construida en 1880 en estilo neoclásico, fue terminada hasta después de pasado un siglo, en 1994, y resguarda en su interior un conjunto de esculturas de madera del siglo XVII, enormes columnas que sostienen su cúpula y un mural pintado por Ismael Ramos Huitrón, quien ha realizado diversos trabajos pictóricos para funcionarios e instituciones gubernamentales mexicanas.
El mural es una doble representación: por un lado, muestra a Dios junto con las costumbres y tradiciones del pueblo; la segunda está basada en un pasaje del Apocalipsis, y plasma el sufrimiento y el dolor del ser humano, su purificación y su rostro de paz. Esta y todas las bellezas del templo pueden apreciarse en las misas de los fines de semana; también, cada 4 de octubre se realiza la fiesta en honor a San Francisco, que implica danzas tradicionales de concheros y moros, representaciones teatrales carnavalescas, fuegos artificiales, carros alegóricos y una gran verbena popular.
Para ahondar en la historia de Valle de Bravo se pueden visitar sitios como el Museo Arquelógico, con una colección de casi 500 piezas pertenecientes a grupos matlatzincas, los primeros en habitar la región, además de grandes cabezas de piedra, figurillas, ornamentos, desfibradores, malacates, vasijas y otros utensilios provenientes de Teotihuacán, Tlalpizáhuac, Malinalco, Calixtlahuaca, San Miguel Ixtapan y Tenango.
La museografía de este recinto está encaminada a realizar un análisis comparativo entre las 18 zonas arqueológicas abiertas al público en la entidad. Otro interesante museo en este Pueblo Mágico es el Joaquín Arcadio Pagaza, dedicado al escritor decimonónico que con su poesía y trabajo académico se colocó en el punto central de la literatura mexicana a finales del siglo XIX. El inmueble colonial de principios del 1600 cuenta con tres salas de exposición permanente: La Recámara, El Estudio y El Oratorio, y con dos salas de exposiciones temporales que dan cabida a las muestras del Festival de las Almas, además de un auditorio, una sala de conferencias, jardines y dos patios.
Un punto pintoresco y lleno de cultura en Valle de Bravo es el Barrio de Santa María Ahuacatlán, cuya parroquia es hogar del Cristo Negro, conocido por sus milagros y protagonista de varias leyendas sobre su origen. Una de las más difundidas es en la que el dueño de la antigua Hacienda de San Gaspar mandó a construir una capilla en el casco y puso en ella la figura de un Cristo crucificado traída de España, que pronto cobró fama entre los trabajadores por ser muy milagroso.